La dermatitis atópica es la enfermedad de la piel crónica más frecuente en niños, y se ve hasta en el 30% de todos.
Para entender la dermatitis atópica, tenemos que primero entender cómo funciona la piel. La piel funciona como una barrera natural, entre el exterior y el interior del cuerpo. Sirve para mantener la humedad, para ser una barrera a irritantes y también a infecciones.
En algunas personas, y sobre todo en niños que tienen la piel aún inmadura, esta barrera no funciona tan bien. De hecho, es muy característico que estos niños tengan la piel seca, justamente por el mal funcionamiento de barrera que tiene la piel. Esto hace también que algunas sustancias puedan pasar la barrera, entre ellas algunas que generan alergias. Por eso, se genera como una reacción alérgica en la piel, que hace que pique mucho. No es que haya un alérgeno específico, sino que distintas sustancias pueden causar alergia porque simplemente la piel las deja pasar. Además, como tampoco funciona bien la barrera contra microbios, estos también tienden a causar más infecciones de la piel, otra característica de estos niños.
Lo bueno es que, con el tiempo, esta barrera tiende a ir madurando y mejorando. Y por eso es una enfermedad que suele mejorar o incluso desaparecer con el paso del tiempo, mientras mayor se hace el niño.
SÍNTOMAS DE LA DERMATITIS ATÓPICA.
La dermatitis atópica suele comenzar en el primer año de vida, aunque una parte también se diagnostica entre los 1 a 5 años. Suele verse como lesiones en la piel que pican mucho, sobre todo por la noche, y que aparecen y desaparecen en brotes. Puede asociarse a algún desencadenante como algún alimento, algún alérgeno del aire, alguna infección, o un cambio en la humedad, ya sea sequedad o humedad aumentada del ambiente. El niño afectado suele tener también de base la piel seca.
El área más afectada suele ser la cara y el cuero cabelludo, y el los pequeñitos las partes que se extienden; mientras que en los niños mayores suele aparecer más hacia los pliegues que flexionan.
Para el diagnóstico, se suele hablar de la triada característica de dermatitis con eccemas más prurito y que sea crónico, es decir, de mucho tiempo. No hay ninguna prueba de laboratorio que lo diagnostique, así que el diagnóstico es directamente clínico.
TRATAMIENTO DE LA DERMATITIS ATÓPICA.
El tratamiento de la Dermatitis Atópica se basa en 3 pilares: un tratamiento de mantenimiento, un tratamiento preventivo, y un tratamiento de las exacerbaciones.
El primer pilar, y probablemente el más importante, es la hidratación de la piel. Las cremas hidratantes son fundamentales para mejorar la función de barrera de la piel, que a su vez es lo que determina que haya o no exacerbaciones de dermatitis atópica. Si la piel funciona mejor, hay menos crisis, y viceversa. Lo ideal sería aplicarse cremas humectantes varias veces al día, sobre todo luego de los baños. Los hidratantes también facilitan que las demás cremas penetren mejor por la piel.
El segundo pilar sería el tratamiento farmacológico. Esto sirve sobre todo para los momentos donde el cuadro se exacerba, y tenemos distintas cremas. Las principales son las cremas de corticoides, que mediante su efecto antiinflamatorio cortan el cuadro agudo de dermatitis. Lo malo de los corticoides es que pueden tener efectos secundarios si se usan por mucho tiempo, como estrías o atrofia sobre la piel que se aplica. Y por eso se evita aplicar los de alta potencia en la cara y entre los pliegues. Pero existen de diversa potencia, y según la gravedad del cuadro se puede utilizar una u otra. Pero suelen funcionar muy bien.
Otras cremas son las de pimecrolimús o tacrolimús, que son del grupo llamado inhibidores de la calcineurina. Estos se usan sobre todo en los pacientes que no usan corticoides ya sea porque responden mal o porque no quieren usarlos. Está aprobado su uso solo para niños de más de 2 años, y se puede usar en la cara y el cuello.
Y el tercer pilar sería evitar los factores desencadenantes más frecuentes, entre los que se encuentran los irritantes como jabones o detergentes, el humo, las temperaturas y humedades extremas.
También se pueden detectar alimentos que causen los brotes al paciente, así como alérgenos ambientales como algún polen. Y también hay que cuidar más las infecciones de la piel, que son más frecuentes en estos pacientes pero así también suelen generar un ciclo de activación de brotes. Por eso hay que tratarlas cuanto antes mejor.
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